El mundo disputa una carrera por construir el edificio de madera más alto. Estos rascacielos sin hormigón ni acero buscan despertar conciencias. Y, sobre todo, ser pioneros en desdibujar los límites de la madera como material de construcción. Noruega es uno de los países que más lejos y más alto han llevado esta encomienda. La ciudad de Brumunddal, a 150 kilómetros de Oslo, alberga el rascacielos de madera más alto del mundo. Mjøstårnet, que comenzó a construirse en abril de 2017 y fue inaugurado la semana pasada, es un edificio de 85,4 metros de altura que evidencia que es posible construir a lo alto con materiales sostenibles. El inversor noruego Arthur Buchardt es el promotor de este ambicioso símbolo verde. Tiene 18 pisos y alberga un hotel, apartamentos, oficinas, un restaurante y áreas comunes.
Hay muchas razones para recurrir a madera procedente de bosques sostenibles. “Es un recurso renovable que puede reutilizarse y reciclarse y su uso contribuye a contrarrestar el efecto invernadero. También contribuye a un clima interior saludable, regula la humedad y la temperatura, tiene buenas propiedades acústicas y aislantes, y también puede ayudar a reducir el estrés”, indican en Moelven, la empresa responsable de la instalación de la estructura de madera de Mjøstårnet. Esta compañía, con más de 120 años de vida, acaba de marcar su segundo récord mundial, puesto que el primero fue The Tree, que en diciembre de 2015 se convirtió en el mayor rascacielos del mundo, con 14 niveles y 51 metros.
Mjøstårnet no será el más alto por mucho tiempo. Demasiada competencia. De hecho, ya ha dejado pequeño al que hace unos días era líder: Brock Commons, la residencia de estudiantes de la Universidad de Columbia Británica en Vancouver (Canadá), de 18 pisos y 53 metros. Otras ciudades tratan ya de arrebatar el puesto a Noruega. Tokio proyecta el edificio W350, que tendrá 350 metros de altura y 70 pisos. En construcción está el inmueble HoHo, en Viena, con 24 plantas, y se perfila otro con 84 alturas en Chicago.
Al margen de la altura, lo cierto es que el cambio climático y los acuerdos internacionales sobre el clima están potenciando el uso de materiales respetuosos con el medio ambiente. También, “la mayor concienciación medioambiental (la huella ecológica de la madera es mucho menor a otros materiales), la necesidad de ahorrar energía y la mayor preocupación por la salud en el interior de los edificios”, indica Pere Linares, responsable de House Habitat, empresa especializada en construcción biopasiva. Y en ese viaje, la madera tiene un asiento preferente.
“Tendrá un papel muy importante en los próximos años, cuando todos los edificios de obra nueva tengan que ser de consumo energético casi nulo a partir de enero de 2021, y cuando se empiecen a fiscalizar las emisiones y los edificios de madera sean la alternativa para reducir la huella de carbono en la edificación”, dice González. Los países nórdicos lideran el mercado, con el 98% de las viviendas realizadas con estructura de madera. En Alemania son cerca del 40% y en EE UU y Canadá rondan el 80%. España está en el furgón de cola, con una cuota del 2%. “Estos datos, lejos de ser negativos, significan que está todo por hacer, que vamos a converger con Europa y que cada vez será más habitual ver edificios de madera”, argumenta González.
En cuanto a la altura, aunque en España hay algún proyecto en estudio que trata de escalar hasta las nueve plantas, de momento el más elevado tiene siete alturas, es del estudio de arquitectura Ábaton y está en Madrid. En Barcelona hay otro de la cooperativa La Borda de seis plantas, y House Habitat concluyó otro de cinco en el distrito barcelonés de Gràcia… Aunque si hay un proyecto ambicioso es la promoción con 65 viviendas protegidas y cinco alturas en Hondarribia-Fuenterrabía, la más grande construida en madera en España y el suroeste europeo, que se finalizó el pasado año. En solo tres meses se ejecutaron los cerramientos, estructura y cubierta.
Mucho más que casas
No se trata solo de construir casas de madera. “El principal valor añadido es que hacemos edificios pasivos o de consumo energético casi nulo, y la madera nos aporta una reducción importante de las emisiones de CO2, aparte de la facilidad de manipulación y mecanización para poder industrializar en un grado muy alto, el menor peso, la construcción en seco, la ecología, la salud…”, señalan desde Arquima. Requiere mucha menos energía en el proceso de transformación que el acero o el hormigón. Por ejemplo, en el edificio de cinco plantas que House Habitat construyó en el barrio de Gràcia, las emisiones de CO2 por la fabricación de la estructura de madera fueron cinco veces más bajas que si se hubiera realizado en hormigón, y ocho que en acero. La energía para producir una viga de madera laminada es una sexta parte de la requerida para una de acero de resistencia comparable.
Una vez construido el edificio, la madera contribuye al ahorro de energía por sus cualidades como aislante térmico. Se considera que una pared de madera aísla 15 veces más que un muro de hormigón, dice Pere Linares. Al final, se puede ahorrar hasta un 90% de energía respecto a un edificio convencional.
Ahora bien, muy al contrario de lo que puede parecer, el coste de construcción con madera es más caro que con hormigón, pero los ahorros energéticos consiguen amortizar la inversión en un plazo de ocho a diez años. La industrialización y el control de los procesos permiten hacer proyectos sin desviaciones de coste ni de plazo. Por ejemplo, el edificio de Mjøstårnet fue un 2% más caro que si se hubiera hecho de hormigón. “Pero existe una inversión que no se puede valorar y es invertir en la salud de los habitantes de este tipo de construcción, puesto que la madera no aporta elementos tóxicos a la construcción”, zanjan en House Habitat, que participa en el proyecto europeo KnoWood, que fomenta el diseño y la construcción de edificios sostenibles de madera de media y gran altura.
FUENTE: https://elpais.com/economia/2019/03/21/actualidad/1553167229_981390.html