Una mirada a la certificación Forestal en Chile al 09 de Enero 2014
Aunque es un compromiso voluntario, las empresas forestales están dispuestas a certificar sus procesos productivos con alguno de los sellos de manejo forestal sostenible que imperan en el mundo, y que hoy son un elemento diferenciador que aumenta la competitividad en los mercados internacionales.
En Chile, el 63% del total de plantaciones forestales -más de 1,9 millones de hectáreas- están certificadas con alguno de los sellos de Manejo Forestal Sostenible (MFS) que existen en el mundo. No importa si fabrican papel, celulosa, paneles o madera aserrada, las forestales chilenas han entendido que si quieren exportar con mayor facilidad deben comprometerse a regir su producción según los parámetros que establecen estos estándares y que garantizan que realizan una producción sustentable que no daña el medio ambiente, ateniéndose a criterios sociales, económicos y ambientales muy estrictos.
Aunque la certificación es una herramienta voluntaria que no cubre más del 2% de los bosques del mundo y representa menos del 10% de la madera que se transa, ya hay más de 1,1 millones de hectáreas de bosques certificados en el planeta. Las empresas que no se certifican se arriesgan a enfrentar limitaciones y obstáculos en la comercialización de sus productos en el exterior, ya que la certificación es un elemento diferenciador que aumenta la competitividad de los productos forestales en los mercados internacionales. “El impacto de los sellos en las prácticas de las empresas ha significado cambios notables en los ámbitos económico, ambiental y social, y genera un cambio cultural en las empresas, las comunidades y los consumidores”, explica el presidente de la Corporación Chilena de la Madera (Corma), Fernando Raga.
Hoy, las principales empresas forestales chilenas se encuentran certificadas con los más importantes estándares del mundo, y cada vez son más las que están dispuestas a someterse a procesos de evaluación de altísimo nivel de exigencia para perfeccionar sus prácticas productivas, ambientales y sus relaciones con la comunidad.” “Nuestro país tiene más del 70% de sus plantaciones certificadas, lo que es una proporción muy superior al promedio mundial de certificación de bosques productivos, que no supera el 30%”, dice Fernando Raga.
Sin retorno
En nuestro país (Chile), las certificaciones comenzaron a fines de la década de 1990 con la implementación del sistema ISO 14000 en un grupo de empresas forestales que optaron por reconocer los impactos ambientales de sus operaciones y adherir a un compromiso de mejoramiento continuo. El proceso recibió un fuerte impulso por parte de Corma en el año 1999, cuando se promovió que las empresas socias certificaran su gestión ambiental. Dos empresas pertenecientes a grupos extranjeros fueron más allá y certificaron bajo el sistema del Forest Stewardship Council (FSC®), que incluía requisitos ambientales y sociales más exigentes.
Pero fueron las presiones del mercado internacional que se hicieron sentir en Chile en el año 2000, con la llegada de Home Depot al país, las que gatillaron el cambio. “Quedó en claro que las tendencias que estaban ocurriendo en el mercado internacional eran una realidad en Chile”, dice María Inés Miranda, directora de SSC Americas. “La campaña en contra de la madera chilena en Estados Unidos, promovida por Forest Ethics, fue otra clara señal que el escenario de negocios estaba cambiando, sin retorno”.
Fernando Raga reconoce que la motivación inicial no fue comercial, sino promover mejores prácticas en el sector y mejorar su reputación frente a diversos grupos de interés de la sociedad local. “Esto también repercutió en la imagen internacional del sector forestal chileno, que buscaba diferenciarse a largo plazo frente a productores de otros países. Los últimos procesos de certificación FSC® han tenido una mayor componente de motivación comercial, con miras a tener una alta calificación para operar en los segmentos más estables, exigentes y de mejores precios”.
Los sellos poseen dos mecanismos principales: la certificación de Manejo Forestal Sustentable (MFS) y la certificación de Cadena de Custodia (CdC), que garantiza una conexión entre el ingreso de madera certificada a un proceso y los productos a la salida del mismo. Para lograr una cadena de custodia y etiquetar los productos finales como certificados, cada unidad responsable de la madera, desde el bosque hasta los canales de distribución minorista, debe tener un certificado de que respalde que la madera proviene de bosques manejados bajo criterios de sustentabilidad.
Al año 2011, 19 empresas forestales chilenas tenían certificación FSC® en las categorías de Manejo forestal y Cadena de custodia, otras 26 contaban con certificación de la Cadena de custodia y 89 habían obtenido el sello de la Cadena de Custodia (COC). En conjunto, entre plantaciones y bosque nativo, en Chile hay 507.890 hectáreas con certificación FSC®.
Forestal Mininco, de CMPC, tiene certificados sus bosques en Chile y en Brasil bajo este estándar, y Arauco logró la certificación del 100% de su masa forestal en septiembre pasado. En total, ambas compañías suman 656.738 hectáreas de bosques certificados.
No para todos
A las empresas les conviene certificarse, porque en ciertos productos tienen ventajas para acceder a los segmentos de mercado más estables y exigentes, que presentan también mejores precios. “Depende del mercado donde venden, pero ante igualdad de precios, una empresa certificada siempre será preferida ante otra no certificada”, asegura la ejecutiva de SSC Group. “Asimismo, en periodos de crisis económica las empresas certificadas han mantenido sus clientes desplazando a proveedores no certificados, y en mercados más desarrollados y éticos, la certificación es una barrera de entrada y un punto de partida”.
Los clientes extranjeros son especialmente rigurosos en comprar productos certificados y en exigir que la empresa muestre un sello de certificación que demuestre que estos provienen de bosques o plantaciones cuya gestión se ha realizado satisfaciendo altos estándares sociales y ambientales, definidos por cada uno de los sistemas de certificación un manejo forestal sustentable y amigable con el medio ambiente.
“Inicialmente, el involucramiento y reconocimiento fue más de parte de grupos de interés que promovieron fuertemente estos procesos ejerciendo influencia sobre productores intermedios y canales de distribución que de los clientes, pero con el tiempo el conocimiento e interés por parte de los clientes finales se ha ido incrementando, y esta es una tendencia que continuará probablemente en el futuro”, asegura el presidente de Corma.
Según María Inés Miranda, las ONGs son las que han guiado a los consumidores a través de campañas que buscan ayudarlos a ejercer un voto responsable cada vez que compran algo y a comprometerse con la conservación de los recursos naturales, “así como con la vigilancia de las condiciones en que los productos son elaborados, y sobre todo en el trato que las empresas dan a los trabajadores y las relaciones con las comunidades”, asegura.
Si un cliente importa toneladas de metros cúbicos de madera, está en condiciones de imponer las restricciones del mercado. “Es una forma de asegurar las sostenibilidad del manejo de esa madera, ya que a él es a quien más les interesa mantener el suministro. Si se explota irracionalmente, son ellos quienes se verán afectados”, dice la oficial forestal de la FAO, Ivvy Ortiz.
Sin embargo, no se trata de que las empresas que no se certifican dejen de competir en los mercados internacionales. “De hecho, la gran mayoría de los bosques del mundo no cuentan con certificación”, indica el presidente de Corma. Sin embargo, Ortiz dice que la situación está cambiando. “Con las nuevas normativas de Europa, para las empresas que no exhiban estos sellos va a ser cada vez más complicado acceder a estos mercados. Solo les queda India y China, mercados que no son rigurosos en cuanto a la procedencia de los productos de madera que compran, ni en saber el tipo de prácticas que implementan las empresas para su producción. Los precios son más bajos y no les interesa la madera de buena calidad”, señala.
Tampoco la certificación le conviene a todas las empresas. “Si exportan grandes cantidades de madera, y de un tipo de madera que tiene un alto precio en el mercado, el certificado es un valor agregado, y es casi un deber tenerlo”, advierte la oficial forestal de la FAO en Chile. Como el proceso es largo y caro, tiene que ser una ventaja para la empresa. A un pequeño productor no le conviene, porque certificarse tiene un costo muy elevado, que sus ingresos no compensan. “Para los pequeños productores hay otro tipo de certificados locales”, declara Ortiz.
Algunas de las certificaciones más conocidas a nivel mundial e implementadas por el sector forestal chileno son Forest Stewardship Council (FSC®) y Programme for the Endorsement of Forest Certification Schemes (PEFC, ex Pan European Forest Certification System). Mientras el PEFC cuenta con un 49% de la superficie certificada a nivel mundial, lo que equivale a 187 millones de hectáreas en 19 países, el FSC® totaliza un superficie certificada del 30% del total mundial.
“FSC® es el preferido por las ONGs ambientalistas y el que plantea mayores exigencias en el plano social, y PEFC es el que cuenta con mayor superficie certificada, pues se trata de una entidad que convalida diversos sellos nacionales”, indica el ejecutivo de Corma. Según María Inés Miranda, FSC® es el preferido en el mercado por su estructura democrática y altamente participativa. “Es el más prestigioso y de mayor calidad, y va siempre un paso adelante, incorporando temáticas que son relevantes para el manejo responsable”, argumenta.
Las empresas que desean certificarse solicitan una preauditoría de su plan de manejo, que les entrega la información sobre el estado de su operación desde el punto de vista del estándar, y las brechas que se producen entre la situación actual y las exigencias del estándar. Los certificadores visitan y evalúan el área hay tantas visitas al área como sean necesarias, y la empresa cubre los gastos. El equipo evalúa según los principios y los indicadores definidos y aprobados internacionalmente, hace las sugerencias a la empresa. Luego, esta mejora sus sistemas y prácticas hasta el nivel indicado por la preauditoría, y se solicita la auditoría definitiva. Si todo está en orden se emite el certificado.
“Un proceso normal de certificación toma alrededor de un año, pero varía mucho según el entorno social y político, la empresa y de cuán distante se encuentre ésta de las exigencias locales del estándar”, indica el presidente de Corma. “Tenemos un caso de una misma empresa que demoró seis meses en certificar sus bosques FSC® en Brasil, en tanto que tardó cuatro años en hacerlo”.
El certificado dura cinco años y es renovado o cancelado según la evaluación semestral o anual de auditores internacionales reconocidas por el sello, que examinan que la empresa cumpla los compromisos asociados a los estándares de certificación. “El grupo evaluador examina el área, sugiere cambios si son necesarios y aprueba o desaprueba la gestión de la empresa según si se está cumpliendo lo establecido en el plan de manejo y las sugerencias hechas. Si todo está bien se continúa con el certificado, si las condiciones no son las apropiadas se cancela la certificación. Las no conformidades que se identifican en la auditorías, deben originar cambios medibles y demostrables, lo que a la larga contribuye a mejorar la gestión”, sostiene María Inés Miranda, directora de SSC Group. Acota Ivvy Ortiz: “Perder una certificación es muy degradante para una empresa; es mejor no certificar a perderla”.
El costo del proceso depende del estándar elegido, de la superficie a certificar y de la complejidad de las auditorías, “Son los cambios de prácticas o procesos de compensación y mitigación los que generan mayores costos a las empresas”, argumenta Raga. Lo confirma María Inés Miranda: “Si la empresa está muy lejos de cumplir los requisitos y tiene que implementar muchos cambios de prácticas para certificarse, le saldrá más caro”. La mayoría de las empresas deben tener paciencia y estar dispuestas a pagar, ya que los cambios a implementar suelen ser muchos; por ejemplo, solo en el ámbito social, tienen que invertir en seguridad y salud preventiva de los trabajadores en el campo y en la planta, aspectos ecológicos, amortiguamiento a los pasos, a los caminos, corta para evitar daños laterales, el costo de los salarios de los evaluadores, monitores, auditores incluyendo viajes y visitas a campo. “El costo económico es bastante elevado, por eso el producto que se exporte tiene que sacar ese gasto, es un análisis de costo beneficio”, argumenta Ivvy Ortiz.
Según María Inés Miranda, la certificación forestal ha tomado gran relevancia en Chile, y ahora hay que poner el foco en lograr “que las comunidades, pequeños productores y pueblos indígenas sean evaluados de acuerdo a un sistema ad-doc, pensado para ellos y no con los estándares actuales que están generados desde una lógica de empresa”, afirma.
CertforChile: “The chilean way”
Chile es el único país latinoamericano que ha desarrollado su propio sello de Manejo Forestal Sustentable, Certfor Chile, ampliamente reconocido y valorado en todo el mundo. Se creó en 2002 con el esfuerzo conjunto de Fundación Chile, el Instituto Forestal (Infor) y la Corporación de Fomento a la Producción (Corfo), a partir de experiencias internacionales adaptadas a las condiciones nacionales y a la naturaleza de la actividad forestal del país.
Como parte del grupo desarrollador de CerforChile, María Inés Miranda admite que durante el proceso “se generó un aprendizaje colectivo y un estándar que ha sido aplicado por 10 años, otorgando un sello que es reconocido en los mercados internacionales. Desde ese punto de vista ha cumplido su función, y ha sido una alternativa para las empresas que lo han escogido”.
El estándar fue diseñado según la estructura del FSC® y tiene carácter de Norma Chilena del Instituto Nacional de Normalización. Se encuentra convalidado por el sello internacional PEFC, lo que significa que los productos salen del país con ese logo. “Constituye una muy buena guía para desarrollar un manejo forestal sustentable y tiene el alcance internacional que le otorga la convalidación PEFC. Su mayor o menor eficiencia dependerá de las características y exigencias de cada mercado”, afirma Fernando Raga.
A juicio de Ivvy Ortiz, oficial forestal de la FAO, es una certificación local que tuvo que adaptarse a los estándares internacionales para tener credibilidad y no ser una mera autoevaluación local. “Es recomendable más para mercado local o para la madera de menor precio de empresas que no pueden pagar una certificación internacional pero que quieren demostrar la calidad de su proceso de aprovechamiento”.
Al año 2012, 1.343.812 hectáreas plantadas, correspondientes a ocho empresas, han sido certificadas con este estándar nacional, y el sistema cuenta con 49 Cadenas de Custodia certificadas por las entidades acreditadas para ello.
Fuente:
http://www.lignum.cl/reportajes/certificacion-forestal-compromiso-y-competitividad/